«Mas claro échale agua», dice un refrán popular. Halloween ya está entre nosotros. Y las voces se hacen escuchar: «Imperialismo cultural» dicen unos, «manifestación contracultural» dicen otros, y otros más vivos dicen «las ventas suben hasta las nubes».
La cuestión es que los uruguayos somos unos fantasmas. El fin de semana pasado me encontraba en el Montevideo Shopping -por motivos que no deseo explicar-, en el complejo Moviecenter, y la parafernalia del horror me eclipsó los ojos. Calabazas, momias, brujas, dráculas, y otros seres irreconocibles para un tipo que ya está por fuera de la realidad juvenil pokemon. Niños disfrazados, madres histéricas disfrazadas y padres panzones disfrazados mirando alucinados la bicicleta de Milton Wynants… ¡muy fuerte!
Parece que antes de la proyección cinematográfica es obligación comprar pop, chicles, manà con chocolate, y todas las golosinas que se puedan llevar a la boca en 120 minutos de «séptimo arte» (¿?).
Moviecenter -y su olfato marketinero- pautó a los vendedores de golosinas disfrazarse para vender de forma cool y espanglish, todas esas fantásticas delicias a los ingenuos y cada vez más nabos padres.
La cuestión es que mucho Halloween, Día de Guy Fawkes, Trick or Treat, and more… pero en Carnaval -que esa sí es una fiesta yorugua por excelencia- ya nadie se disfraza. ¿Será porque los uruguayos ya estamos podridos de disfrazarnos para ir a trabajar, votar, estudiar, bailar, etc.? ¿O será que en estos tiempos de verdadero terror en que vivimos, los uruguayos nos conformamos con ponernos la careta de fantasma para decir «¿trato o treta?», para que devuelta nos rompan la jeta?
¡Buh! ¡Feliz día de Halloween!